
Julio Olaciregui
Se inició en el teatro en la Universidad de Antioquia. Fue periodista de los diarios “El Heraldo” y “El Espectador” antes de viajar a París en 1978 para estudiar literatura en la Universidad de la Sorbona.
Fue reportero de la Agencia France-Presse. Adaptó para el cine La mansión de Araucaíma, de Alvaro Mutis, filmada luego por Carlos Mayolo (1986).
Ha publicado Vestido de bestia, Trapos al Sol, Dionea, Días de tambor, La segunda vida del Negro Adán, Vida cotidiana en tiempos de García Márquez, Pechiche naturae y Las palmeras suplicantes.
Con Los domingos de Charito ganó en 1984 la beca «Ernesto Sábato», de la Fundación Proartes de Cali. En los últimos años se ha dedicado a bailar danzas africanas, viajando a Guinea y Senegal. Su documental Parfois danse (2009) y su corto Amour délivré pueden verse en YouTube. Actualmente vive en Barranquilla.
Reseña Los Domingos de Charito
Después de más de 30 años de haber sido publicada, hoy sale una nueva edición de Los domingos de Charito
Al releerla para esta ocasión me he hallado en un reflejo, como el hombre del espejo cantado por Adolfo Pacheco, pero diseminado en mil pedazos y frases e intenciones, desafíos y creencias. La escribí durante mis primeros años en Francia, cuando jugaba a ser estudiante de «lettres modernes», y de ello quedan muchos rastros. Charito, diría, no es un personaje sino la idea que yo me hacía en esa época de la forma novelesca.
Lo que más destacaría ahora es precisamente esa disposición anunciada y reiterada de estar escribiendo y preparando una novela…
Asistía los sábados en la mañana al seminario de Roland Barthes —»La preparación de la novela»— y leía a Flaubert, «lo importante es la ilusión», descubriendo a románticos alemanes como Novalis y Peter Handke, y creyéndome un nuevo James Joyce en París, «la ciudad de las tentaciones», como él la calificaba.
Era consciente de estar lejos de mi «tierra querida», de mi «nación hermosa». Y allá aprendía el paso de las estaciones, muriendo con cada invierno y renaciendo con la primavera, mientras escribía a mano y martillaba luego noche y día las teclas de la máquina.
«Feliz Olaciregui», escribió Germán Vargas al leerla. «Charito o la náusea del recuerdo», tituló Beatriz Robledo su reseña. «El tono desesperanzado de Los domingos de Charito», escribió en El Espectador mi maestro Ramón Molinares Sarmiento. «275 páginas de música», opinó el filósofo Numas Armando Gil Olivera.
«Esta novela no sería sino el verdadero juego de la vida», dijo Gabriel Uribe Carreño. «Una desacralización continua de lo que representa el acto creativo», juzgó el ensayista Adalberto Bolaño.
«Una desencantada visión de cierta juventud latinoamericana en la hora de la crisis», estimó el novelista peruano Alfredo Pita en un cable de la Agencia France-Presse.
Reseña Vida cotidiana en tiempos de García Márquez
Este nuevo libro de Julio Olaciregui, está escrito con la pretensión mayúscula de invocar el espíritu de García Márquez al amparo de los signos admirativos por su vida y su obra. Los acontecimientos que sirvieron, a manera de estímulo, a una nueva generación de escritores y de periodistas que asimilaron la manera como supo instalarse en medio de sus desventajas.
La imagen que proyectaba el Nobel entre los estudiantes y los escritores latinoamericanos en Europa, están aquí relatadas, sus influencias en el medio intelectual, el cine, la música, los riesgos de la literatura, en los que su criterio estético fue decisivo, son la materia dorada para todos los que intentaron la sombra de su grandeza.